
«En cada esquina, un amigo. En cada rostro, la igualdad». Así cantaban dos de los versos de Grândola, Vila Morena, la canción que marcaría el salto definitivo y el comienzo de la Revolución de los Claveles, un levantamiento militar incruento que derrocaría definitivamente a la dictadura más larga de Europa: el régimen salarazista de Portugal, también llamada Estado Novo.

La historia de la dictadura tradicionalista, autoritaria y corporativista de Portugal se remonta a los turbulentos finales de los años 20 y comienzos del año 30. El Estado Novo, que duró 48 años sin interrupción y fue dirigida hasta finales de los años sesenta en su gran parte por António de Oliveira Salazar (de ahí su denominación), vio su fin el 25 de abril de 1974, cuatro años después de su fallecimiento. Las causas de este golpe de estado se podrían estudiar durante días, pero podríamos resumirlas en dos factores clave: la política colonial del Estado y el carácter autárquico del régimen.
Desde principios de los años sesenta, las colonias portuguesas en África, como Angola, Mozambique y Guinea-Bisáu, fueron partícipes de revueltas y movimientos de liberación contra las Fuerzas Armadas Portuguesas. Dichas luchas eran muy costosas, tanto en personal como en materiales, y ciertos sectores del ejército comenzaron a mostrar su rechazo en un momento en el que Portugal se encontraba empobrecida dentro de la autarquía impuesta por la dictadura. Estos hechos ocurrían en un periodo de la historia en el que el mundo comenzaba a cambiar y en el que florecían nuevas ideas contrarias a construir nuevas barreras, tanto físicas como mentales.

Todo esto llevaría a la creación del Movimiento das Forças Armadas (MFA), después de que Marcelo Caetano, en aquel entonces dirigente de la dictadura, destituyera al general António de Spínola, contrario a la política colonial del Estado. El 16 de marzo de 1974, el MFA intentó marchar sobre Lisboa sin éxito en el llamado Levantamiento de las Caldas. El próximo paso sería la Revolución de los Claveles. Llega la madrugada del 25 de abril de 1974 y en la Rádio Renascença suena la canción Grândola, Vila Morena, lo que marca la señal para el Movimiento, que ocupa los puntos estratégicos del país. A pesar de varias llamadas por parte del gobierno para rechazar este golpe militar, sucede con éxito, no sin antes dejar cuatro muertos. A la tarde del 25 de abril, Marcelo Caetano se rinde precisamente ante António de Spínola y se constituye lo que se llamaría la Junta de Salvación Nacional. A partir de ese momento, el país pasaría por diferentes fases caracterizadas por intentos de golpes de estado tanto por derecha como por izquierda y de reorganización gubernamental y social. Finalmente, se establecería una democracia al estilo de Europa occidental.
Los portugueses conmemoran el 25 de abril cada año, también llamada Revolución de los Claveles. Esta particular denominación proviene de un acontecimiento ocurrido en la plaza del Rossio en Lisboa, cuando un soldado pidió un cigarro a una mujer llamada Celeste Martins Caseiro, que pasaba por allí. Ésta, al no tener ninguno que ofrecerle, decidió entregarle un clavel que llevaba encima. De ahí en adelante, los soldados sublevados decidieron introducir claveles en los cañones de sus armas, expresando su deseo de no usarlas y de que la Revolución terminara de forma pacífica.

He tenido la oportunidad de observar la ciudad de Lisboa en plena conmemoración del 25 de abril, en el año 2019, cuando ya se cumplían 45 años desde el levantamiento. En Portugal es día festivo y es común ver claveles por las calles, aparte de diversos eventos. Algo que me gustó especialmente fue la exposición fotográfica en Praça do Comércio. En él, aparecían diversas fotografías realizadas en el mismo punto donde se encontraba el expositor de dicha imagen. Una mención especial a Alfredo Cunha, que en su día realizó muchas de las fotografías icónicas de las que podemos disfrutar en la actualidad. La exposición me pareció algo realmente curioso y que me hizo pensar sobre el pasado y también sobre lo mucho que damos por hecho un millar de cosas a día de hoy que hacía décadas no eran tan comunes.
Pueblo, dignidad, libertad. Tres palabras cuyo significado temo que cambie demasiado, hasta el punto de no poder reconocerlas en un futuro ni de poder vincularlas al significado real de su propia historia, propio del concepto de la neolengua orwelliana. Espero equivocarme y que dichos valores nunca pierdan su fuerza. Lamentablemente, corren tiempos complicados y muchas de las libertades que se conquistaron en su día están siendo gravemente amenazadas. Sea como fuere, el 25 de abril de 1974, los portugueses dieron una lección al mundo. Creo que deberíamos recordar estos acontecimientos, no solo por el mero hecho de lo que ocurrió aquella madrugada, sino por el mensaje que nos dejó el pueblo portugués, un mensaje de dignidad que a veces olvidamos y una libertad que damos por sentada.
La libertad nunca se otorga; se gana.
– A. Philip Randolph